Paz
Díez Taboada-Paz
Repite la llamada. No han oído
los encerrados entre los espejos,
ni los que, erguidos sobre las murallas,
agitan las banderas de la ira.
Clama otra vez aún con resonante
redoble de dolor sobre la herida
piel de la tierra que florece, vuelta
de espaldas al horror que gira en torno.
Gime, por si te oyeran quienes pasan
por el camino, sin mirar, atentos
al estremecimiento de la huida.
Balbucea tu nombre y no respondas.
Calla y cierra tu puerta y tu mirada,
y escúchate el silencio de la muerte
Repite la llamada. No han oído
los encerrados entre los espejos,
ni los que, erguidos sobre las murallas,
agitan las banderas de la ira.
Clama otra vez aún con resonante
redoble de dolor sobre la herida
piel de la tierra que florece, vuelta
de espaldas al horror que gira en torno.
Gime, por si te oyeran quienes pasan
por el camino, sin mirar, atentos
al estremecimiento de la huida.
Balbucea tu nombre y no respondas.
Calla y cierra tu puerta y tu mirada,
y escúchate el silencio de la muerte
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