Memória da viagem
Zoelia Frómeta Machado-Memoria del viaje
para Álvaro Mutis
Sólo tuve la insania oscuridad del siervo de las costas que huyó del aquilón de las aguas, el olvido de su cuerpo destrozado por el canto de las estaciones y los delfines. Cada amanecer las arenas devolvían mis pasos, mis insomnes hechuras que no supieron advertir el rostro oxidado de la tristeza, que todos parten y dejan como herencia el ocio de sus máscaras. Y cosí mis miedos al ataúd de mi lengua y vociferé palabras contra los cimientos de la incertidumbre y los designios. La verdad fue el pez que se deshizo en volutas de fuego y que mis ojos cercenados por la sequía contagiosa del horizonte y el graznar de los albatros no pudieron comprender. ¡Oh dolor del canto de las sirenas que me persigue en el remanso de las tardes!
Haber llegado no fue la victoria pretendida. Nuestras respuestas no podrán salvarnos del acoso de la memoria. Y yo amo el mar, la paz, mi casa y el horizonte donde los sueños de los hombres son sabias iluminaciones, pero qué sabe el hombre de su destino, todo escapa de la esencia de sus posibles.
Sobre la carne de mi silencio vegetal pesa la penumbra y mi corazón de guerrero es la quilla que apuntala su soledad, mientras los pájaros de la pasión y la muerte enfurecidos acosan. Ser es la duda y el naufragio interminable y yo cargo en mi costado maltrecho el hambre de la sal y el delirio del viaje.
Ya nada podrá salvarme, mía es la culpa y el perdón. Yo Ulises, el astuto, también bebí todo el mar en un trago de sed infinita. También toda esa soledad donde la voz no existe, sólo el sordo lamento de las lágrimas.
para Álvaro Mutis
Sólo tuve la insania oscuridad del siervo de las costas que huyó del aquilón de las aguas, el olvido de su cuerpo destrozado por el canto de las estaciones y los delfines. Cada amanecer las arenas devolvían mis pasos, mis insomnes hechuras que no supieron advertir el rostro oxidado de la tristeza, que todos parten y dejan como herencia el ocio de sus máscaras. Y cosí mis miedos al ataúd de mi lengua y vociferé palabras contra los cimientos de la incertidumbre y los designios. La verdad fue el pez que se deshizo en volutas de fuego y que mis ojos cercenados por la sequía contagiosa del horizonte y el graznar de los albatros no pudieron comprender. ¡Oh dolor del canto de las sirenas que me persigue en el remanso de las tardes!
Haber llegado no fue la victoria pretendida. Nuestras respuestas no podrán salvarnos del acoso de la memoria. Y yo amo el mar, la paz, mi casa y el horizonte donde los sueños de los hombres son sabias iluminaciones, pero qué sabe el hombre de su destino, todo escapa de la esencia de sus posibles.
Sobre la carne de mi silencio vegetal pesa la penumbra y mi corazón de guerrero es la quilla que apuntala su soledad, mientras los pájaros de la pasión y la muerte enfurecidos acosan. Ser es la duda y el naufragio interminable y yo cargo en mi costado maltrecho el hambre de la sal y el delirio del viaje.
Ya nada podrá salvarme, mía es la culpa y el perdón. Yo Ulises, el astuto, también bebí todo el mar en un trago de sed infinita. También toda esa soledad donde la voz no existe, sólo el sordo lamento de las lágrimas.
1 Comments:
At 4:30 am, December 02, 2005, Anonymous said…
Hermoso poema.Quisiera leer otras cosas de esta poeta.
Lázaro Alberto
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