A questão migratória
La cuestión migratoria
Rosario Green
La cuestión migratoria es un tema ineludible tanto en México como en Estados Unidos. Allá, es sujeto de intensa discusión en diversos ámbitos, particularmente en el Legislativo. Acá, fue materia del debate de los candidatos a la Presidencia el pasado martes, donde Roberto Madrazo lo ubicó, con justeza, en el ámbito del pésimo desempeño del actual gobierno y de su incapacidad para generar crecimiento económico y empleo. Además, hizo una oferta concreta: garantías para la inversión productiva de las remesas de los mexicanos en su patria.
El júbilo al que el presidente Fox convocó cuando supo que el Senado estadounidense había acordado una iniciativa menos dura que la de la Cámara baja, pronto debió enfrentarse a la realidad. Primero, a su contenido, pues aunque diferenciado, deja poco espacio para un número importante de mexicanos al establecer que sólo aquellos que hayan permanecido en territorio estadounidense más de cinco años, hablen inglés, hayan pagado impuestos y una multa de 2 mil 500 dólares, podrán legalizarse. Los que tengan entre dos y cinco años deberán salir del país y llenar un formulario para volver a Estados Unidos, trabajar y, quizá, calificar para la legalización. Los que tengan menos de dos años tendrán que abandonar el territorio.
Segundo, al hecho de que apenas conocida la iniciativa senatorial, ésta debió afrontar la embestida del congresista Sensenbrenner, líder de la propuesta que busca criminalizar la inmigración indocumentada, acusando a los senadores de "perdonar a violadores de las leyes estadounidenses".
Tercero, a la polémica decisión del presidente Bush, aprobada por el Senado y ya en operación, de enviar 6 mil efectivos armados de la Guardia Nacional a la frontera con México. Cuarto, a la controvertida declaración del ex embajador de Estados Unidos, Jeffrey Davidow, de que México debería "crear su propia patrulla fronteriza".
Quinto, al reconocimiento de que aceptar la propuesta del gobierno estadounidense, que vincula los temas migratorios a los de seguridad nacional, es ignorar la forma como Washington la encuadra pues busca adelantarse a identificar al "enemigo", entendido como lo "ilegal, criminal y terrorista". Así, el compromiso de "corresponsabilidad" convenido con el gobierno de México en aras de una "frontera segura" implicaría, en el lenguaje más llano posible: muros reales, virtuales y presencia de la Guardia Nacional además de la Patrulla Fronteriza, a cambio de legalizar indocumentados mexicanos y un programa de trabajadores huéspedes.
Sexto, al quid pro quo que para México implicaría la eventual negociación de un acuerdo, una vez que Bush firme la reforma migratoria que pudiera surgir del actual Congreso antes de las elecciones de noviembre, hecho poco probable dada la baja popularidad del Presidente y su partido. Dicho acuerdo obligaría a México a contener la emigración no autorizada, estableciendo disuasivos en las regiones altamente expulsoras, y a atajar, de alguna manera, los considerables flujos migratorios que provienen del sur.
Finalmente, a la necesidad de reconocer que los mexicanos se van masivamente al norte, en números nunca antes alcanzados, porque no encuentran en su patria oportunidades de empleo. Lo que sería tanto como admitir el contundente fracaso de la política económica de la administración Fox y el incumplimiento de su promesa de crear un millón de puestos de trabajo al año. Son evidentes, tanto la falta de dinamismo de la economía mexicana, como el patético desempeño gubernamental en materia laboral. La presente administración se ha quedado sólo en propuestas, en actos permanentes de campaña, en exageraciones y mentiras, y esto se ha reflejado de manera dolorosa en el éxodo de compatriotas hacia otras tierras.
Es pues urgente enmendar la plana. De ahí la propuesta de Madrazo en el debate del martes: no descansar cómodamente en una reforma integral migratoria en Estados Unidos, por buena que pudiera resultar, sino crear en México las condiciones, las oportunidades y los atractivos para que los mexicanos se queden en su patria. Es decir, dar prioridad al empleo nacional, lo cual no implica dejar de lado la posibilidad de un acuerdo migratorio justo, ni mucho menos descuidar el puntual seguimiento de los compatriotas que laboren al amparo de las leyes estadounidenses, asegurando el inalienable respeto a todos sus derechos. Esto es lo único viable, lo único aceptable.
Tirado daqui
Rosario Green
La cuestión migratoria es un tema ineludible tanto en México como en Estados Unidos. Allá, es sujeto de intensa discusión en diversos ámbitos, particularmente en el Legislativo. Acá, fue materia del debate de los candidatos a la Presidencia el pasado martes, donde Roberto Madrazo lo ubicó, con justeza, en el ámbito del pésimo desempeño del actual gobierno y de su incapacidad para generar crecimiento económico y empleo. Además, hizo una oferta concreta: garantías para la inversión productiva de las remesas de los mexicanos en su patria.
El júbilo al que el presidente Fox convocó cuando supo que el Senado estadounidense había acordado una iniciativa menos dura que la de la Cámara baja, pronto debió enfrentarse a la realidad. Primero, a su contenido, pues aunque diferenciado, deja poco espacio para un número importante de mexicanos al establecer que sólo aquellos que hayan permanecido en territorio estadounidense más de cinco años, hablen inglés, hayan pagado impuestos y una multa de 2 mil 500 dólares, podrán legalizarse. Los que tengan entre dos y cinco años deberán salir del país y llenar un formulario para volver a Estados Unidos, trabajar y, quizá, calificar para la legalización. Los que tengan menos de dos años tendrán que abandonar el territorio.
Segundo, al hecho de que apenas conocida la iniciativa senatorial, ésta debió afrontar la embestida del congresista Sensenbrenner, líder de la propuesta que busca criminalizar la inmigración indocumentada, acusando a los senadores de "perdonar a violadores de las leyes estadounidenses".
Tercero, a la polémica decisión del presidente Bush, aprobada por el Senado y ya en operación, de enviar 6 mil efectivos armados de la Guardia Nacional a la frontera con México. Cuarto, a la controvertida declaración del ex embajador de Estados Unidos, Jeffrey Davidow, de que México debería "crear su propia patrulla fronteriza".
Quinto, al reconocimiento de que aceptar la propuesta del gobierno estadounidense, que vincula los temas migratorios a los de seguridad nacional, es ignorar la forma como Washington la encuadra pues busca adelantarse a identificar al "enemigo", entendido como lo "ilegal, criminal y terrorista". Así, el compromiso de "corresponsabilidad" convenido con el gobierno de México en aras de una "frontera segura" implicaría, en el lenguaje más llano posible: muros reales, virtuales y presencia de la Guardia Nacional además de la Patrulla Fronteriza, a cambio de legalizar indocumentados mexicanos y un programa de trabajadores huéspedes.
Sexto, al quid pro quo que para México implicaría la eventual negociación de un acuerdo, una vez que Bush firme la reforma migratoria que pudiera surgir del actual Congreso antes de las elecciones de noviembre, hecho poco probable dada la baja popularidad del Presidente y su partido. Dicho acuerdo obligaría a México a contener la emigración no autorizada, estableciendo disuasivos en las regiones altamente expulsoras, y a atajar, de alguna manera, los considerables flujos migratorios que provienen del sur.
Finalmente, a la necesidad de reconocer que los mexicanos se van masivamente al norte, en números nunca antes alcanzados, porque no encuentran en su patria oportunidades de empleo. Lo que sería tanto como admitir el contundente fracaso de la política económica de la administración Fox y el incumplimiento de su promesa de crear un millón de puestos de trabajo al año. Son evidentes, tanto la falta de dinamismo de la economía mexicana, como el patético desempeño gubernamental en materia laboral. La presente administración se ha quedado sólo en propuestas, en actos permanentes de campaña, en exageraciones y mentiras, y esto se ha reflejado de manera dolorosa en el éxodo de compatriotas hacia otras tierras.
Es pues urgente enmendar la plana. De ahí la propuesta de Madrazo en el debate del martes: no descansar cómodamente en una reforma integral migratoria en Estados Unidos, por buena que pudiera resultar, sino crear en México las condiciones, las oportunidades y los atractivos para que los mexicanos se queden en su patria. Es decir, dar prioridad al empleo nacional, lo cual no implica dejar de lado la posibilidad de un acuerdo migratorio justo, ni mucho menos descuidar el puntual seguimiento de los compatriotas que laboren al amparo de las leyes estadounidenses, asegurando el inalienable respeto a todos sus derechos. Esto es lo único viable, lo único aceptable.
Tirado daqui
0 Comments:
Post a Comment
<< Home