Um despertar
Octavio Paz-Un despertar
Dentro de un sueño estaba emparedado.
Sus muros no tenían consistencia
ni peso: su vacío era su peso.
Los muros eran horas y las horas
fija y acumulada pesadumbre.
El tiempo de esas horas no era tiempo.
Salté por una brecha: eran las cuatro
en este mundo. El cuarto era mi cuarto
y en cada cosa estaba mi fantasma.
Yo no estaba. Miré por la ventana:
bajo la luz eléctrica ni un alma.
Reverberos en vela, nieve sucia,
casas y autos dormidos, el insomnio
de una lámpara, el roble que habla solo,
el viento y sus navajas, la escritura
de las constelaciones, ilegible.
En sí mismas las cosas se abismaban
y mis ojos de carne las veían
abrumadas de estar, realidades
desnuda de sus nombre. Misdos ojos
eran alma en pena por el mundo.
En la calle sin nadie la presencia
pasaba sin pasar, desvanecida
en sus hechuras, fija en su mudanzas,
ya vuelta casas, robles, nieve, tiempo.
Vida y muerte fluian confundidas.
Miran deshabitado, la presencia
con los ojos de nadie me miraba:
haz de reflejos sobre precipicios.
Mire hacia adentro: el cuarto era mi cuarto
y yo no estaba. Al ser nada le falta
-siempre lleno de si, jamas el mismo-
aunque nosotros ya no estemos...Fuera,
todavia indecisas, claridades:
el alba entre confusas azoteas.
Ya las costelaciones se borraban.
Dentro de un sueño estaba emparedado.
Sus muros no tenían consistencia
ni peso: su vacío era su peso.
Los muros eran horas y las horas
fija y acumulada pesadumbre.
El tiempo de esas horas no era tiempo.
Salté por una brecha: eran las cuatro
en este mundo. El cuarto era mi cuarto
y en cada cosa estaba mi fantasma.
Yo no estaba. Miré por la ventana:
bajo la luz eléctrica ni un alma.
Reverberos en vela, nieve sucia,
casas y autos dormidos, el insomnio
de una lámpara, el roble que habla solo,
el viento y sus navajas, la escritura
de las constelaciones, ilegible.
En sí mismas las cosas se abismaban
y mis ojos de carne las veían
abrumadas de estar, realidades
desnuda de sus nombre. Misdos ojos
eran alma en pena por el mundo.
En la calle sin nadie la presencia
pasaba sin pasar, desvanecida
en sus hechuras, fija en su mudanzas,
ya vuelta casas, robles, nieve, tiempo.
Vida y muerte fluian confundidas.
Miran deshabitado, la presencia
con los ojos de nadie me miraba:
haz de reflejos sobre precipicios.
Mire hacia adentro: el cuarto era mi cuarto
y yo no estaba. Al ser nada le falta
-siempre lleno de si, jamas el mismo-
aunque nosotros ya no estemos...Fuera,
todavia indecisas, claridades:
el alba entre confusas azoteas.
Ya las costelaciones se borraban.
1 Comments:
At 3:50 am, February 21, 2006, Unknown said…
Uno de mis poetas favoritos
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